lunes, 26 de enero de 2009

INDEPENDENCIA

Hasta ahora, no supe nunca realmente el significado de la palabra "soledad".
Casi desde que fuí mayor de edad compartí mi vida con otra persona.


Siempre he formado parte de un conjunto. Siempre tuve una pareja, amigo, compañero, amante.


En la relación, pasamos por muchas fases, incluso alguna de una dependencia absoluta, por alguna de la partes, e incluso por parte de los dos en ocasiones.


Pero, en la madurez de la relación, conseguimos los dos, sentirnos libres en la misma, ser dos personas, compartiendo el día a día. Dos seres únicos, complementarios. Dos naranjas completas relacionándose, nunca me sentí mitad de nada, nunca fuí media naranja.


Con la llegada de los hijos, empezamos a turnarnos para cuidarlos. Sacrificamos muchas cosas por esa razón. Sacrificamos muchas cosas de la relación, más de las que cualquiera de los dos hubiera deseado.


Pero a pesar de ello, siempre pensé que había alcanzado la autoindependencia (en palabras de mi admirado J. Bucay), creí haber conseguido una autosuficiencia total, pensé haber alcanzado un nivel óptimo de autoestima y estando en contacto conmigo misma, a través del control mental y la relajación, sin prejuicios, sin esperar nada de los demás, sin sobreexigencias para conmigo, viviendo el presente y dando gracias por estar, por sentirme viva; haber superado totalmente la "imperiosa necesidad" de ser aprobada por otra persona. Estaba segura de ser capaz de tomar decisiones sóla, de aceptar la soledad, de sentirme gratificada y plena, de conocerme y quererme. De reconocer y aceptar mis sentimientos. De ser capaz de perdonarme, sin necesidad de apoyo para conseguirlo.


Pero, ¿cuál ha sido mi sorpresa? No es así.


En los últimos dos meses, he descubierto que:


Los sentimientos de soledad pueden ser tan castrantes, que te impidan desarrollarte autónomamente.


El miedo: a estar sóla, a enfermar, a morir, a sufrir, a tener que negociar, puede hacerte escapar de situaciones placenteras, puede provocar reacciones que realmente no deseas, de ira o impulsividad.


Tengo alas, pero no las puedo usar; están paralizadas por el dolor.


Tengo risa, pero no sé como funciona; mi mente se bloquea y la hace desaparecer.


Siento ganas de bailar, pero me duelen las piernas.Sé que estoy tensa, me duelen tanto... las piernas.


El peso, en la espalda. A veces, la vida, es un gran peso que cargar a la espalda.


Pero, ¿la incapacidad para recordar las cosas? ¿De donde procede?


¿Porqué esta falta de energía? ¿Porqué siento que puedo dar más y no lo hago?
¿Qué necesito saber? ¿Qué soy o qué seré?


Hoy sólo tengo preguntas.


Tal vez otro día, encuentre respuestas y certezas. Si confío en ello, quizá lo conseguiré.



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