miércoles, 1 de julio de 2009

Para mi hermana




¡Querida Gema!
Hace años que entendí que tener la suerte de nacer en la misma familia que tú, es un gran privilegio. Hace tiempo que sé que tenerte como hermana es una de las mejores cosas que me han pasado en la vida.
A menudo pienso en ti y veo aquella preciosa niñita de oscuros y enormes ojos, solo ojos, en una figura menuda e inquieta, y me veo cargada contigo por las calles del pueblo, o la eras; saltando un regato e incluso llevándote a cuestas a las fiestas del pueblo de al lado.
Hay diez años de diferencia entre nosotras, es tanta diferencia que aún hoy me cuesta verte como la mujer adulta y segura en la que te has convertido. Sinó fuera por el papel de hermana hermana mayor, que, en estos últimos años, te ha tocado hacer conmigo, seguirías siendo para mí, casi una niña.
Siempre pareciste frágil, tímida, siempre te sentí pequeña. Pero los avatares de la vida, mis avatares; que has sabido afrontar como tuyos, te han colocado en un puesto que, a pesar de no corresponderte por edad, has interpretado con amor y naturalidad, con fortaleza y valentía. Has cuidado de esta familia, y te has ocupado de mis hijos como si fueran tuyos.
Ahora que la vida te bendice con el milagro de la maternidad, a mí me da la oportunidad de admirarte un poco más, de quererte más si cabe, por ofrecerme el privilegio de ser tía, por poner en la vida a ese ser tan especial que es MAR.
Nuestra cadena, la cadena de los García Martín tiene un nuevo eslabón, un eslabón fuerte y sólido, que nos une un poco más.
Estos días he visto tu mirada luminosa fija en ella, una mirada iluminada que lleva implícita la calma, la paz que siento mirando el mar. He visto tus acogedores brazos rodearla, sentido de nuevo el milagro de la vida, el milagro de dar vida. Y su mirada, cargada de sabiduría me hace pensar que ha elegido esta familia para alcanzar un poco más de entendimiento, tal vez logre la sabiduría de ser y saber estar.
Desde aquí mil gracias. Te quiero hermana.

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