

Al anochecer, después del trabajo,
paseaba Reyes, por la calle oscura,
su garbo serrano.
Bajaba ligera,
pa subir cargando
agua de la fuente, "La Fuente El Palacio".
Sobre la cabeza,
enrollado un trapo,
en un redondel, que sujeta el cántaro.
Los brazos en jarras,
el mirar; "al tanto"
Pues el guapo mozo, que era su reclamo,
Hace ya una hora
que la está esperando.
Sentado en el poyo,
Rogelio, un día más,
Pues tres meses hace, que la esta mirando,
Detrás de una esquina,
Y ahora, abiertamente, casi con descaro.
Y, la guapa moza...
¡Dueña de sus actos!
¡Me cá! ¡No me mira!
Funga por lo bajo.
Se ha puesto de pié, el humo exhalando.
Tira la colilla,
¡con rabia pisando!
Se acerca a la moza,
ella ni le mira, sigue caminando.
¡Espera mujer!, le agarra de un brazo.
¡Que no puedo más!
¡Que hace muchos días que solo te pienso!
¡Que no pueo comer! ¡Que no tengo sueño!
Sólo de pensar: Si tiés otro dueño.
Y esos tus andares, templados, serenos,
que no dicen ná.
Y, tu inquieta mirada, me están consumiendo.
Ella se sonríe, y le dice muy quedo:
"Le diré a mi madre, y a por otro vuelvo".
Flora que la ve, el agua vertiendo; de nuevo en el suelo,
recuerda a su Félix, recuerda su tiempo.
Cuando moceaba,
En la Fuente El Caño, donde conoció
al que fue su dueño.