

Mientras caminaba esta tarde por el paseo marítmo advertí que aún quedaban dos rosas en uno de los rosales. Pensé: las dos ultimas rosas de la temporada, ¡qué raro que aún estén ahí! ¡Qué pena no haber traído la cámara de fotos! Así que vine a casa a buscarla, con la intención de mostraros maravillosas rosas amarillas.
Por poco no lo consigo. Cuando me quedaban unos diez metros para llegar a ellas, advertí que una pareja se encaminaba también hacia las rosas, desde la dirección contraria a la que me encontraba yo. Por los gestos me dí cuenta que él le preguntaba a la mujer si le gustaban, y quería ofrecérselas, tal vez como un gesto o promesa de amor.
Aceleré el paso, mostrando mi cámara, con la esperanza de llegar antes que ellos y así disuadirles de su intención. Como podeis ver, lo conseguí.
Me pregunto si esto pudo generar en ellos una discusión, "las rosas ya eran mías", "dijiste que las ibas a cortar para mí", "si me quisieras lo suficiente"...
Lamento que la mujer se quedara sin esa prueba de amor romántico.
Pero, mientras se alejaban pude sentir cómo las rosas adquirían un brillo especial, posando agradecidas, mostrándose en todo su esplendor.
Gracias amigas, por llenar de primavera mi corazón.